miércoles, 27 de diciembre de 2006

Sobre "Contrapunto"


Contrapunto es una novela admirable. Creía, por mi aburrida visita a Un mundo feliz, que Huxley era un escritor famoso pero no hábil, que su reputación se debía a su innegable clarividencia aderezada con un mínimo de creatividad. Reconozco mi error. Huxley es un narrador tan capaz como Orwell, Maugham o Wells, como tantos ingleses cuya facilidad para escribir y contar una historia es envidiable.

Contrapunto es una novela práctica. Creo que, en mi exigua experiencia como lector, es la primera vez que me enfrento a este adjetivo aplicado a una novela. Huxley renuncia a perderse en argumentos innecesariamente elaborados; sabe que el contrapunto, en música, es la «concordancia armoniosa de voces contrapuestas», intuye que en esta noción algo pervive de literatura; al pensar en «poner todo esto en una novela» y después preguntar «¿cómo?», está ya resuelto a contar una historia a la manera de la inasible fuga de Bach. Por la elección del título, podría pensarse que Huxley da preferencia a la estructura narrativa, al modo en que cada voz se presenta, se defiende, se impone; también podría pensarse que el título se refiere a las diversas «modulaciones y variaciones» que de un tema pueden extraerse y qué es lo que éstas aportan o restan a la historia. Puede pensarse, pero la disyuntiva es superflua. Si bien en la novela se percibe cierto ánimo lúdico con respecto a la presentación de la historia, no por ello el autor descuida su vertiente creativa: en verdad es placentero ser partícipe de tal equilibrio entre forma y contenido.

Sin embargo, esto es apenas el rasgo más evidente en la practicidad de la novela. Más difícil es notar esta característica en la historia misma. Ignoro la razón que me ha llevado, en mis últimas lecturas, a poner poca atención en la historia a la que asisto. Recorro las líneas buscando y no recibiendo, sopesando el lenguaje y mirando sólo de reojo lo que éste construye: descubro el palacio pero dejo derramar el aceite, o viceversa. Quizá por eso Contrapunto es admirable aunque en alguna parte de mí perviva cierta reticencia a aceptarlo. La historia, por increíble que parezca, es acto. La definición me es difícil de explicar. Acaso tenga que ver con una frase que pronuncia Mark Rampion —según algunos, un personaje inspirado en D. H. Lawrence— casi al final de la novela: «Y, en la práctica, cuando trata uno de ser más que humano, lo que consigue es hacerse menos que humano». Contrapunto es práctica, es acto, porque es la novela más humana que he leído. La decadencia de entreguerras, para Huxley, quizá no permitía un tema fastuoso, colosal. La condición humana, no pocas veces ensalzada o disfrazada a través del genio y la creación literarias, es expuesta por Huxley: no por morbosidad, ni pretendiendo denostarla; su intención, creo, es sólo exhibirla, lo cual, en un escritor con talento, significa, entre las páginas del libro, enfrentar al lector con aquello de lo que frecuentemente está huyendo.