jueves, 21 de febrero de 2008

Cada vez más cercanos

En un artículo publicado el sábado pasado en confabulario (y dos días antes en The New York Review of Books), se compara al blog con alguno de los Diálogos platónicos. El símil, aunque exagerado, no deja de ser ingenioso y, en cierta medida, atinado.

Aquí el fragmento.


«Los bloggers asumen que si los estás leyendo, eres uno de sus amigos, o por lo menos participas del chisme, la broma o los nombres que dejan caer. Normalmente comienzan sus posts entre pensativos y arrogantes —según la moda de los medios. No les importa si te dejan en babia. No son responsables de tu educación. Los bloggers, como anotó Mark Liberman, uno de los fundadores del blog llamado Language Log, son como Platón. :-) El mensaje oculto es: Hey, estoy aquí platicando con mis cuates. Puedes seguirme o no. Como tú quieras. Este es el comienzo de la República de Platón:

»Fui ayer al Peiraeus con Glaucon, el hijo de Ariston, a pagar mis devociones a la Diosa, y también porque quería ver cómo conducirían el festival, ya que era la inauguración

»¡Un momento! ¿Quién es Ariston? ¿Qué Diosa? ¿Qué festival?

»Y a continuación, por amor a las comparaciones, un pasaje de Julia en {Here Be Hippogriffs}, un blog sobre la maternidad y la infertilidad:

»Después de que dejé a Steve hacer sus propios asuntos los pasados tres días estoy fuertemente presionada a dejar la red (¡a ti! ¡quiere que te abandone a ti!) y bajar las escaleras para ver SG-1 con él…
Así que debemos ser rápidos. Vite! Aprisa aprisa!
Fui a Blogher. Fue entre divertido y ridículo y me siento contenta por haber ido aunque no sé si volvería. Una observación para mis infértiles amigos de blog: NI SIQUIERA LO PIENSEN. No vayan. Nunca vayan a Blogher.

»¿Qué? ¿Quién es Steve? ¿Qué es Blogher? ¿Un blog? (No.) Un club para madres (No.) Una conferencia de blog? (Sí.)

»Llegamos al punto. Los bloggers pasan fácilmente por lugares, personas, textos y blogs que puedes o no conocer sin proporcionarte ninguna identificación útil. Piensan que aunque no te proporcionen los vínculos puedes obtener todos los antecedentes que necesitas buscando en Google términos poco familiares, dando clics aquí y allá por toda la Wikipedia (la cooperativa enciclopedia en línea) o buscando los archivos de sus blogs»



jueves, 7 de febrero de 2008

¿Y qué si no existe?

The things that happen here do not seem to mean
anything; they mean something somewhere else

[Las cosas que aquí pasan parecen no significar
nada, pero algo significan en otra parte]

G. K. Chesterton, The Sins of Prince Saradine


Lo sabemos, pero casi siempre preferimos no pensar en ello: nuestro secreto e inconfesable orden personal es incompatible con el orden del mundo. Y porque preferimos no pensar en ello, pensamos en otras cosas: en alguna divinidad, en la suerte, en el azar, en la «omnipotencia del pensamiento» (Freud), en la fortuna.

A propósito de ésta, es para mí inquietante el curso de su decadencia.

Primero, algo que entre nosotros ya no causa admiración: para griegos y romanos, a la Fortuna le estaba reservado un sitio entre los dioses.

En el caso del griego, era ofrendada bajo el solo nombre de Tique, no así para el romano, quien, con la diversidad de epítetos —Fortuna Publica, Regina, Felix, Augusta— tornó aún más evidente las caprichosas manifestaciones de esta diosa siempre interesada en los asuntos terrenales.

Algún jirón de su presencia sobrevivió entre los paganos medievales y aquella Fortuna Imperatrix Mundi famosa por gracia de Carl Orff.

Más difícil es distinguir la Fortuna de los medievales cristianos, como Dante: incluso reconociendo su condición de divinidad («Nunca podrá entenderla vuestra mente: / como diosa que es, en su reinado / ella provee, juzga y es regente»), está obligado a convertirla en una delegada del Supremo, de quien la Fortuna es sólo «su general ministra y guía». Confusa mezcla de politeísmo y dogma: ¿cómo conciliar a Dios, «que por igual la luz envía», con una mujer que, nunca se sabe bien si por diversión o por encomienda o simplemente “porque sí”, provoca que «uno subo y otro baje»? (Infierno, VII, 62 y ss.)

No importa: al hablar de Dios siempre se podrá argumentar la inaccesibilidad de sus designios y, en consecuencia, es inútil señalar sus aciertos o sus contradicciones. Mejor, para evitarse problemas, sacarlo de escena. Como Shakespeare: «And Fortune, on his damned quarrel smiling, / Show'd like a rebel's whore» [“y la Fortuna, sonriendo a su causa maldita, fue como una puta del rebelde”]. No más reverencias: porque el hombre la necesita, la desprecia.

Quiero finalizar tan escueto y tramposo catálogo con una minucia cuyo sentido recién comprendí. La minucia involucra dos celebridades: Haruki Murakami y Rossini, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y la obertura de La gazza ladra. La novela pude leerse como una fatigosa relación del quebrantamiento de un orden, pero no es, como en las gestas míticas hindúes, el orden cósmico el que peligra, aquí se trata solamente del orden íntimo de Tooru Okada (¿cuántas novelas no tratan solamente de eso?); pero, hechizo de Murakami, el lector lo sabrá sólo después de emerger él mismo del lugar donde se encontraba. Entonces resulta irónico advertir que la clave de todo está ya en la primera página: que asistiremos a la supresión de un orden y, además, que ese orden es fantástico, deberíamos adivinarlo por un hecho: en el orden de Tooru Okada, un engranaje imprescindible es la melodía que intenta silbar sin éxito mientas cocina pasta, la obertura de La gazza ladra.