lunes, 23 de marzo de 2009

Variaciones de un pensamiento

Proust no es Balzac porque no intenta escribir la realidad, sino la memoria. Pero si Marcel no es Proust, ¿de qué memoria se trata? ¿Dónde está esa memoria?

Proust, la descripción que hace de la iglesia de Combray, se distingue de la prosa balzaciana, de las descripciones realistas, porque no intenta decir la realidad, sino la memoria, transcribir los recuerdos —si eso es posible. Sin embargo, si Marcel, el narrador de la Recherche, no es Marcel Proust, ¿de quién son esos recuerdos? ¿De quién es la memoria que se exhibe con cada una de las palabras de la novela?

Proust, a diferencia de un escritor realista, sabe que no escribe la realidad, sabe que escribe la memoria —y se regocija en ello. Pero no su memoria, porque los tomos de la Recherche no son, como los de Canetti, una autobiografía. Canetti transcribe, dolorosamente, su memoria. Pero no Proust, porque su novela no es una suma de recuerdos del autor, ni siquiera de falsos recuerdos, aunque tampoco de recuerdos verdaderos. Si acaso, es un único recuerdo. Pero, ¿de quién? ¿Dónde están esos recuerdos? Ahora, claro, en el libro. Pero antes, ¿dónde estuvieron?

lunes, 9 de marzo de 2009

Instrumentos

Me entero de la existencia de una revista, publicación del CONACULTA y el INBA, que se llama Pauta. Cuadernos de teoría y crítica musical. Me entero de que en un número más o menos reciente (107, julio a septiembre de 2008) se publicó este texto de Luis Buñuel. Me entero aquí, lo dejo acá.
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Instrumentación (de Luis Buñuel)

Una de las grandes melancolías de mi final de vida
es no poder oír la música.

Violines
Señoritas cursis de la orquesta, insufribles y pedantes. Sierras del sonido.

Violas
Violines que llegaron ya a la menopausia. Estas solteronas conservan aún bien su voz de media tinta.

Violoncellos
Rumores de mar y de selva. Serenidad. Ojos profundos. Tienen la persuasión y la grandeza de los discursos de Jesús en el desierto.

Contrabajos
Diplodocus de los instrumentos. El día que se decidan a dar su gran berrido, ahuyentarán a los espectadores despavoridos: ahora les vemos oscilar y gruñir satisfechos por las cosquillas que les hacen contrabajistas en la barriga.

Flautín
Hormiguero del sonido.

Flauta
La flaua es el instrumento más nostálgico. ¡Ella que en manos de Pan fue la voz emocionada de la pradera y del bosque, verse ahora en manos de un buen señor gordo o calvo!... Pero aun así, continúa siendo la Princesa de los instrumentos.

Clarinete
Es una flauta hipertrofiada. Algunas veces, el pobre, suena bien.

Oboe
Balido hecho madera. Sus ondas, profundos misterios líricos. El oboe fue hermano gemelo de Verlaine.

Corno inglés
Es el oboe ya madro, con experiencia. Ha viajado. Su exquisito temperamento se ha tornado más grave, más genial. Así como el oboe tiene quince años, el corno tiene treinta.

Contrafagot
Es el fagot del terreno terciario.

Arpas
Balcones dorados por donde unas señoritas endomingadas asoman sus bustos.

Xilófono
Juegos de niños. Agua de madera. Princesas tejiendo en el jardín rayos de luna.

Trompeta con sordina
Clown de la orquesta. Contorsión, pirueta. Muecas.

Cornos
Ascensión a una cumbre. Salida del sol. Anunciación. ¡Oh! El día que se desenrrollen como un "espantasuegras".

Trombones
Temperamento un poco alemán. Voz profética. Sochantres de vieja catedral con hiedras y veleta mohosa.

Tuba
Dragón legendario. Su vozarrón subterráneo hace temblar de espanto a los demás instrumentos, que se preguntan cuándo llegará el príncipe de bruñida armadura que los libere.

Platillos
Luz hecha añicos.

Triángulo
Tranvía de plata por la orquesta.

Tambor
Truenecillo de bambalina. "Algo" amenazador.

Bombo
Obcecación. Grosería. Bom. Bom. Bom.

Timbal
Odres de aceitunas sonoras.

lunes, 2 de marzo de 2009

Los fines de la vida

Hace una semana me atrajo el inicio de esta reseña del TLS sobre The Ends of Life, de un historiador inglés de nombre Keith Thomas. Dejo aquí su traducción, animado lo mismo por la curiosidad que por la inercia de mantener el blog.

¿Qué hace que la vida valga la pena vivirse? “La caridad”, dijo San Pablo —en la versión del Rey James, “el amor” en traducciones más modernas. La felicidad, dirían muchos. “Sin amor no hay felicidad”, escribió Milton, haciendo una de ambas respuestas. Un amigo mío, próximo a morir, hizo un largo viaje para ver la exposición de Rothko en la Tate. Para él era indudable que no había mejor forma de pasar el que quizá sería su último día. En esos momentos, nuestras decisiones dicen mucho de lo que somos, aunque el resto del tiempo nuestras respuestas no sean de confiar. El libro de Keith Thomas atiende a las respuestas dadas a dicha pregunta entre 1530 y 1780. Deja fuera, tanto como puede, la búsqueda del Cielo (que le interesa poco) y la vida de aprendizaje (que ha discutido en otro lugar). También omite el vino, las mujeres y las canciones, además de los halcones, los sabuesos y los caballos. Lo cual deja la destreza militar, el trabajo, la riqueza, el honor, la amistad y la fama —que son, sin duda, más que gratas compañías.